Como una madre consuela a su hijo, así yo los consolaré a ustedes.
Isaías 66.13
Con quienes lo honran, Dios es tan tierno como un padre con sus hijos
Salmos 103:13
Hace unos días, tuve la oportunidad de visitar a mi hija y sus tres hijos. Mientras los observaba jugar, correr y reír juntos, me sorprendió la manera en que mi hija trataba a sus hijos: con ternura, paciencia y dedicación.
Ella se tomaba el tiempo para escuchar sus historias, para abrazarlos cuando se caían, para enseñarles nuevas cosas y para simplemente disfrutar su compañía. Me conmovió ver cómo los pequeños confiaban en ella y se sentían seguros y amados en su presencia.

Mientras los observaba, pensé en cómo Dios nos trata a nosotros, sus hijos. Dios nos mira con ternura y compasión. Él se toma el tiempo para escucharnos, para secar nuestras lágrimas, para enseñarnos y para disfrutar nuestra compañía.
A veces, puede parecer que Dios está lejos o que no nos escucha, pero la verdad es que Él siempre está presente. Al igual que esta mamá ama a sus hijitos, Dios nos quiere incondicionalmente y siempre está dispuesto a ayudarnos y a guiarnos en nuestro camino.
Incluso cuando nos equivocamos o tomamos decisiones equivocadas, Dios nunca nos abandona. Él está ahí para levantarnos cuando caemos, para corregirnos cuando nos equivocamos y para guiarnos en la dirección correcta.