Dios quiere ser engrandecido en nuestra vida.
¿En qué consiste este «engrandecer» a Dios?
Es algo totalmente simple y, sin embargo, inmenso, que sólo se puede reconocer como un prodigio: que en nuestra pequeña existencia, a lo largo de los días, los años y las décadas en que se nos regala nuestra vida, en que las preocupaciones, problemas y luchas de nuestra vida van apareciendo poco a poco pero de manera continua, nosotros dejamos que Dios sea el Señor. ¿Por qué? ¡Porque él es Dios! No por otra razón; no porque lo consideremos provechoso; sino, sencillamente, porque él es el Señor Dios. Engrandecer a Dios significaría propiamente dejar a Dios ser el Señor, admitirlo en nuestros pensamientos, en nuestra vida afectiva, en nuestra conciencia. La relación es simple: él es el Señor Dios