
En la Biblia, vemos que la sal era añadida a los manjares (Job 6:6) y a los sacrificios (Lev 2:13). La sal era muy abundante en Palestina, incluso había un mar de sal, el Mar Muerto. En las costas del mar Muerto se conseguía una sal de una calidad mediocre, después de la evaporación del agua salada. También se conseguía sal de la que se adhería a los acantilados. Los pueblos orientales a menudo la empleaban para ratificar las negociaciones, de modo que la sal se convirtió en símbolo de fidelidad y constancia. En las ofrendas levíticas de cereales (Lv. 2.13) se utilizaba sal como preservativo para tipificar la naturaleza eterna del “pacto de sal” que existía entre Dios e Israel (2 Cr. 13.5). La sal en la vegetación esterilizaba la tierra (Dt. 29.23). Es por eso que la expresión “sequedades en el desierto” (Jer. 17.6) era sinónimo de tierra salina y estéril (Job 39.6). Abimelec siguió una antigua costumbre al sembrar sal sobre las ruinas de Siquem (Jue 9.45) como símbolo de perpetua desolación. Generalmente se frotaba a los recién nacidos con sal antes de envolverlos con fajas (Ez 16.4). Bajo Antíoco Epífanes, Siria impuso un impuesto a la sal, que se pagaba a Roma. Durante el cataclismo que destruyó las ciudades de la llanura del Arabá, la mujer de Lot se demoró en la región maldita y fue transformada en una estatua de sal (Gn19:26).
La sal, que da sabor agradable a los alimentos, es el símbolo de los hijos de Dios, cuya vida y testimonio deben ser llenos de sabor y atractivo. El Señor Jesús dijo a los creyentes que ellos eran la sal de la tierra (Mt 5:13); deben tener sal en sí mismos (Mr 9:50); su palabra debe estar siempre sazonada con sal (Col 4:6). En efecto, no hay nada más llano, insípido e incluso mortífero, que los cristianos sin influencia, las vidas sin relieve, las palabras vacías de sentido: son cosas totalmente inútiles.
Se han hecho otras aplicaciones a este símbolo: así como la sal detiene la corrupción, los creyentes son un freno a la corrupción del mundo; si la sal provoca la sed, los cristianos auténticos deberían provocar sed de Dios en los que tienen a su alrededor.
Jesús es nuestra vida. Negarlo con nuestra forma de vivir y de hablar, es manifestar que la sal que Él dice que somos, ha perdido su eficacia, se ha vuelto insípida, dejando evaporarse su actitud preservadora. Vivamos de tal forma, aferrados a Jesucristo, que alcancemos a quienes nos rodean con la "sal", la gracia de Dios.
La canción que podrás escuchar en este video del grupo The Radicalled Movement, dice en su estribillo
Seré sal que da sabor,
seré la luz en toda la nación,
seré reflejo de tu grande amor.
Envíame a mi
úsame a mi
dispuesto estoy.
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Bibliogr. Diccionario Certeza
http://es.wikipedia.org/wiki/Sal